Dumping

El dumping es una práctica desleal del comercio internacional que consiste en vender al extranjero productos nacionales a un precio inferior al que tiene en el país de origen... lo que significa vender por debajo de los costes reales.

Esta práctica lleva a la quiebra de las empresas locales, que no pueden competir contra el precio y calidad de la exportadora. Si bien produce costos mayores en la empresa que realiza el dumping, a la larga se adueña del mercado y producto en cuestión.
No obstante, algunos gobiernos otorgan subvenciones a las exportaciones de ciertos productos, lo que provoca que pueda ser rentable la exportación del producto a un precio por debajo del costo.
Cuando un país tiene producción excesiva de un producto en particular, éste busca la forma de deshacerse de él y esto lo impulsa a que tome como medida disminuir su precio en el mercado extranjero. Esta acción no beneficiará al país en el sentido de que no se obtendrán lucros, es decir, que sólo se captará lo necesario para sufragar los gastos de materia prima y mano de obra utilizadas en la producción del bien. En este caso se reduciría el exceso de producción.

Cuando un Estado recurre a estas prácticas, utiliza vías más indirectas: subvenciones y primas a las empresas exportadoras. Pero, de manera general, el dumping tiene consecuencias nefastas para el consumo nacional o para el comercio internacional, en el que introduce el espíritu de competencia desleal. Por este motivo, todos los acuerdos internacionales condenan dicha práctica y prevén medidas que eliminan la distorsión económica existente (derecho antidumping, acción judicial).

Y el peso pesado de esta práctica es, cómo no, China.

Desapareció el made in en medio de ese marasmo de productos y piratería con el que China se ha adueñado del comercio mundial. El mundo se enfrenta una competencia desleal para la que ciertamente no está preparado y de cuyos costos aún no somos conscientes.

Los países occidentales se han convertido en sociedades cuyo bienestar depende del consumo y no de la producción. Esto es muy serio. La conversión de sociedades de producción en sociedades de consumo es un caballo que galopa desbocado por un camino que, lejos de frenarlo, lo incita a ganar una competencia que no tiene meta.

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