Para matar a Anuar el Aulaki, Estados Unidos ha utlizado un avión teledirigido a miles de kilómetros de distancia. Se trata de un Drone,que significa literalmente abejorro. Se le dio ese nombre a unos aparatos que pretendían reproducir la facilidad de vuelo de ese insecto para incrementar la versatilidad y profundidad de los aviones norteamericanos. Actualmente existen algo más de 7.000 drones, que desde 2001, pero muy especialmente en los últimos dos años, han actuado en Irak, Afganistán, Pakistán y, más recientemente, en Yemen y Libia. La mayoría son de unos nueve metros de largo, pero ya funcionan algunos de menos de un metro, y el diario de The New York Timesinformaba recientemente de que se está experimentando modelos hasta del tamaño de una mosca.
No es ciencia ficción. La
revolución está ya en marcha. Actualmente la Fuerza Aérea norteamericana
entrena a más especialistas en el vuelo de los aviones sin tripulación que
pilotos tradicionales para misiones de espionaje o bombardeo. Los drones fueron
fundamentales para la localización de Osama bin Laden y para el combate a los
insurgentes en Afganistán.
En los últimos cuatro años, EE UU
ha matado a cerca de 2.000 supuestos terroristas en Pakistán con esos aviones.
Los drones han sido utilizados contra Muamar el Gadafi, y una versión algo más
grande de avión sin piloto, el llamado Global Hawk, es utilizada para
fotografiar Corea del Norte y sirvió para seguir la evolución de la central
nuclear de Fukushima.
El más conocido de los drones es
el Predator, el que con mayor frecuencia es utilizado en Afganistán y Pakistán.
La mayoría de ellos son dirigidos con un sencillo joystick por especialistas
sentados ante pantallas de ordenadores en sus oficinas de la CIA. Despegan
desde bases norteamericanas en Oriente Próximo y regresan allí tras su misión
sin que nadie en esas bases haya intervenido en el proceso.
El modelo más pequeño,
generalmente utilizado por el Pentágono, el llamado Raven, de 90 centímetros,
es transportado manualmente por los soldados y es usado generalmente para
obtener información de zonas montañosas o de acceso peligroso antes de que las
fuerzas de tierra penetren en esos lugares. Actualmente está en fase de prueba
una versión mejorada y también manual de este aparato que es capaz de volar a
25 kilómetros por hora y aterrizar con éxito en un espacio tan reducido como el
extremo de un poste. En los modelos del tamaño de una avispa se intenta
reproducir las alas y los movimientos de ese animal.
No es difícil pronosticar, por
tanto, una guerra futura dirigida desde miles de ordenadores y en la que la
labor de los soldados sea armar y lanzar minúsculos juguetes a cientos de
kilómetros de distancia del enemigo. Entre los experimentos en marcha está
incluso el de conseguir que los propios ordenadores programen la hora y los
movimientos de losdrones, sin apenas intervención humana.
Toda esta tecnología tiene el
riesgo -como afirma Peter Singer, un experto en robótica militar y autor el
libro Wired for War- de deshumanizar y reducir el coste humano de las guerras,
lo que puede hacerlas más frecuentes. "Esto creará una situación en la que
los norteamericanos solo arriesgarán sus máquinas, lo que reduce aún más un
nivel de exigencias para la guerra que ya es hoy muy bajo", afirma Singer
en una entrevista a Mother Jones.
Los drones pueden convertir las
guerras en lo que Singer llama "porno-guerras", una mera grabación
que, si se le añade la música adecuada, se parecerá más a un videojuego que a
la trágica realidad de la muerte.
Visto desde otro punto de vista,
la tecnología no es responsable de la crueldad humana. Todo el salvajismo
visualizado en la I Guerra Mundial no impidió el estallido de otra 30 años
después. Por lo demás, el desarrollo acelerado de drones puede también, como
otros avances tecnológicos militares, tener aplicaciones civiles.
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