En un paso que puede representar un gran cambio estratégico
internacional, Corea del Norte ha aceptado la suspensión temporal de su
programa nuclear y la supervisión de inspectores internacionales a
cambio de ayuda alimentaria de Estados Unidos, según han anunciado
simultáneamente ambos países en sendos comunicados oficiales. Esta
medida debería permitir la reanudación de negociaciones multilaterales
sobre el futuro de Corea y abre la posibilidad de una nueva era de estabilidad en Asia, con fuertes repercusiones en todo el mundo.
Según el anuncio del Departamento de Estado,
el régimen comunista de Pyongyang paralizará el proceso de
enriquecimiento de uranio y cancelará las pruebas con misiles de largo
alcance, con lo que, en la práctica, pone en suspenso su capacidad de
disponer de una bomba atómica. Al mismo tiempo, en otra gran concesión,
permite que expertos del Organismo Internacional de la Energía Atómica, a
los que no se permitía el acceso al país desde 2006, verifiquen el
cumplimiento de la moratoria en la central nuclear de Yongbyon y en
otras instalaciones.
El comunicado de Corea del Norte afirma que esta decisión, recibida
con sorpresa solo dos mes después del relevo en el poder del fallecido Kim Jong-il
por su hijo Kim Jong-un, tiene el propósito de crear “una atmósfera
positiva” en las relaciones con EE UU. El acuerdo llegó tras las
conversaciones que la semana pasada mantuvieron en Pekín representantes
norteamericanos y norcoreanos.
La noticia fue recibida en Washington con satisfacción, puesto que
puede ser un gran éxito a anotar en la agenda de política exterior de
Barack Obama en año electoral, pero también con prudencia, habida cuenta
de la naturaleza imprevisible del régimen de Corea del Norte, sumido en
un proceso de transición del que se tiene escaso conocimiento.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, la calificó como “un
modesto primer paso en la dirección correcta”. La nota oficial de su
departamento afirma que “EE UU todavía tiene profundas preocupaciones
con respecto al comportamiento de Corea del Norte en un amplia gama de
asuntos, pero este anuncio refleja importantes, aunque limitados,
progresos para la solución de algunos de ellos”.
Clinton explicó que su Gobierno discutirá con el de Pyongyang la
distribución de un paquete de ayuda de 240.000 toneladas de alimentos,
imprescindible para dar de comer a una población que soporta constantes
hambrunas desde los años noventa. EE UU no quiere oficialmente vincular
esa ayuda a las negociaciones nucleares o la evolución política en Corea
del Norte, pero ha advertido que observará con atención el
comportamiento de las autoridades norcoreanas y juzgará “de acuerdo a
los hechos”.
Indudablemente, se vislumbra una nueve etapa de cooperación en la que
la ayuda alimentaria de paso a otros acuerdos económicos y comerciales
que permitan a Corea del Norte salir del aislamiento en que se encuentra
desde hace años. EE UU quiere dar todos esos pasos en el contexto de
las llamadas negociaciones a seis, en las que participan también China, Japón, Corea del Sur y Rusia y que no han sido convocadas desde 2009.
Una evolución favorable de la situación en Corea del Norte permitiría
desactivar una de las áreas más explosivas del mundo, reduciría el
riesgo de rearme en Asia, donde varios países se sienten amenazados por
el Gobierno de Pyongyang, y favorecería la cooperación y el desarrollo.
Pese a su cautela, Clinton dijo que esta noticia era “el recordatorio de
que el mundo que conocemos está cambiando”.
Esa prudencia, no obstante, es muy recomendable en un caso como este.
Corea del Norte ya ha suspendido antes su programa nuclear solo para
reiniciarlo después de frustrantes negociaciones. Las autoridades de ese
país han aludido varias veces al programa nuclear como la principal
herencia dejada por el Kim il Sung, el fundador del régimen, y es, sin
duda, el principal, por no decir único, instrumento con el que el
Gobierno cuenta para su negociación con Occidente.
Se desconocen, además, las razones por las que Pyongyang ha hecho
ahora esta concesión. Tanto puede ser un acto de fuerza del nuevo líder
para consolidarse en el poder, como una prueba de que la dinastía Kim ha
sido marginada y el poder está hoy en manos de los militares. Los
comunicados de ayer no precisan ni cuando empieza la moratoria nuclear
ni cuando se permitirá el acceso a los inspectores. Tampoco está claro
qué tratamiento se va a dar a la industria nuclear que Corea del Norte
quiere dedicar al uso civil.
La península de Corea, donde EE UU mantiene 30.000 soldados desde el
final de la guerra de 1953 que acabó en un armisticio pero no un tratado
de paz, se ha visto sometida periódicamente a momentos de tensión que
han creado un enorme resentimiento entre los países que la dividen.
El paso de hoy, sin embargo, es una oportunidad excepcional de
reconciliación, que incluso podría servir para enviar un mensaje a otras
áreas en las que el desarrollo nuclear ha creado graves conflictos,
como India y Pakistán, pero, sobre todo, Irán.
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