
COMERCIO Y FINANZAS. Lo anterior viene al caso porque los abusos de
algunos gobiernos de Argentina siguen ocurriendo. Ahora es con el
absoluto y no relativo, desconocimiento de lo pactado en el Tratado de
Asunción. La mejor relación entre el kirchnerismo con nuestro actual
gobierno que la que había con la administración del Dr. Vázquez es, en
términos de resultados, más supuesta que real. Cuando el Dr. Vázquez era
el presidente, el kirchnerismo desconoció la libertad de movimiento de
personas, no evitó e incluso alentó el cierre del puente Fray
Bentos-Puerto Unzué. Fuerte golpe al turismo de temporada, pero también
costos altos de desplazamiento hacia y desde Argentina, tanto de
pasajeros como de mercaderías. Con el Sr. Mujica la situación cambió.
Muchos opinan que ha sido un éxito del Presidente uruguayo el lograr la
apertura del puente y el mejoramiento de las relaciones con Argentina,
de tirantez en los años del Dr. Vázquez. Sin embargo, el avasallamiento a
nuestro país aún existe y es hoy más intenso que en el período de la
administración anterior.
Nuestras exportaciones de mercaderías a Argentina están en plena caída y
no por razones de baja competitividad uruguaya o de crisis de consumo
en ese país. La causa es la inconsistencia de la política
macroeconómica, que lleva a intentar soluciones de segundo o tercer
mejor imponiendo restricciones de toda naturaleza. Las que limitan y
hacen descender nuestras ventas a niveles increíblemente bajos, son por
todos conocidas: declaración previa de importación con alto grado de
discrecionalidad para negarla, controles del administrador tributario y
otras barreras no arancelarias, todos obstáculos con efectos
equivalentes a altos aranceles. Como ya lo mencionara en una columna
anterior, el gobierno vecino no cumple lo comprometido contractualmente
en el Tratado de Asunción y éste no ofrece una institucionalidad seria
que pueda brindar siquiera un atisbo de solución al problema. Brasil,
pese a ser también perjudicado, es por naturaleza y conveniencia, un
cómplice sagaz. El gobierno argentino actual no es confiable. Se puede
pactar algo con alguno confiable, pero siempre aparece otro que se
aparta de lo convenido. Hoy ocurre con lo acordado en el Mercosur, pero
antes sucedió con lo pactado para construir el gasoducto, o para
realizar el dragado del Río Uruguay, o con la propia represa de Salto
Grande. Y seguirá pasando con otros proyectos en común, en cartera o que
se deseen encarar en el futuro.
Uruguay cumple y le da a Argentina una ventaja frente a terceros, pues
al importar sus productos le cuesta pagar más divisas y declinar
recaudación impositiva por derechos aduaneros. Le compramos productos
más caros y en volúmenes significativos, y no cobramos un peso por
aranceles. El margen de preferencia que concedemos debe declinar.
En lo financiero, la inconsistente política macroeconómica que provoca
alta inflación en moneda local y en dólares, debido a que mantiene
anormalmente bajo al tipo de cambio y a la tasa de interés en moneda
local, estimula la fuga de capitales hacia activos financieros y reales
en el resto del mundo y en nuestro país. La preservación de cierto
equilibrio, transitorio y que seguramente culminará con una devaluación
en cierto lapso, agudiza el control del "perro fiscal",
hace olvidar a la Presidenta su amistad con el Sr. Mujica y nos somete
directamente a juicios adversos de autoridades e instituciones a las que
el mundo presta atención. Ya se viven consecuencias del embate
argentino contra inversores en nuestro país.
QUÉ HACER. La evidencia empírica es terminante: en 21 años el Mercosur
no ha funcionado para Uruguay. Nuestros empresarios, trabajadores y en
general todo el pueblo uruguayo merecen un cambio de rumbo de nuestra
política comercial para que se alcance el objetivo que planteaban en
1991 las partes contratantes: que el aumento del comercio provocase el
mejoramiento del bienestar general. El nuevo rumbo pasa por reducciones
graduales del arancel externo para importaciones de fuera del Mercosur;
por acuerdos comerciales de libertad de movimientos de exportación y de
importación con distintas naciones; por acuerdos de complementación
industrial con otros países y por otras cosas por el estilo. Tal cual
primero Aladi, de la que nadie se acuerda, el Mercosur es hoy para
Uruguay un nuevo elefante blanco.
Y en lo financiero el rumbo es más que una abroquelada, pero inútil
defensa, frente a jueces internacionales en instituciones con países que
escuchan más a la Argentina que a Uruguay, una ofensiva criteriosa. Que
muestre que los problemas de los inversores argentinos que vienen a
nuestro país y que acá tributan, son consecuencia de las malas prácticas
macroeconómicas y del avasallamiento que les impone un gobierno que
fomenta la corrupción y el patoterismo y que poco a poco perderá el
delicado equilibrio que día a día requiere más obstrucciones al buen
funcionamiento de los mercados.
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