Si el presidente Mujica se inclina demasiado hacia la izquierda, el
partido gobernante corre el riesgo de perder las próximas elecciones
nacionales, incluso con Tabaré Vázquez de candidato a presidente, afirmó
el doctor en ciencia política. Luis Eduardo González. El socio director
de la consultora Cifra/González, Raga y Asociados analizó los problemas
que genera la tensión que mantienen las dos grandes corrientes del
Frente Amplio y sostuvo que la única salida está en el arte del
equilibrio en el gobierno. A continuación un resumen de la entrevista.
-¿Cuál es el mayor desafío que enfrenta el presidente Mujica al iniciar su tercer año de gobierno?
-El Presidente ha dicho que este es el "año bisagra" de su mandato.
Además, es el año para hacer algo, porque lo mejor que ha hecho su
gobierno hasta ahora parece ser no innovar. En realidad, se ha
caracterizado, aparte de algunas discusiones y ciertas dudas, por
mantener una situación económica próspera que levanta la moral de la
gente. Pero ese resultado se obtuvo conservando lo esencial de un
edificio problemático: el del Estado uruguayo.
-¿No advierte cambios en la política de este gobierno con respecto al de Tabaré Vázquez?
-Solo se han visto algunos cambios en detalles que parecen que fueran en
sentido contrario de ese diseño tradicional del Estado, y en algunas
iniciativas políticas de muy distinta naturaleza. Por ahora, esas
modificaciones no tienen resultados visibles. Por ejemplo, hay un
discurso distinto del Ministerio del Interior que está en línea con los
reclamos de la población. También se acaban de tomar algunas acciones en
el área de la educación, que coinciden con lo que quiere la gente. Pero
esos cambios son lentos y, en el mejor de los casos, sus resultados
recién se alcanzarán a mediano plazo. Ya es hora de que los proyectos de
la actual administración tengan consecuencias tangibles. Si no es así,
los problemas políticos del gobierno de Mujica se volverán más pesados.
-¿Esos problemas afectarían aún más la gobernabilidad de esta administración?
-No. Esa visión parece ser algo exagerada si se observa la situación
actual del gobierno. Hoy existen fuertes discusiones sobre el rumbo de
las políticas del Frente Amplio y también se perciben problemas
adicionales de sintonía fina entre los distintos sectores que componen
al partido gobernante. Esas divergencias se pueden resumir con bastante
sencillez. Un sector muy importante de cuadros de activistas del
Movimiento de Participación Popular (MPP) siente que el ganador de las
últimas elecciones nacionales no fue "El Pepe" a secas, sino su grupo
político: el MPP. Creen que ese resultado implica un mandato para llevar
al gobierno más a la izquierda. Incluso, dentro de estas voces, algunas
dicen que los problemas de esta administración surgen porque su
política no se ha movido suficientemente hacia la izquierda. Estos
conflictos que se ven muy claramente entre los dos polos del Frente
Amplio en este momento no se dan tanto por reivindicaciones puntuales de
uno u otro tipo, sino por cuotas de poder.
-¿Cómo prevé que se resuelva esa tensión que mantienen las dos grandes corrientes del Frente Amplio?
-En realidad, el presidente Mujica no puede resolver ese problema de un
día para otro porque esa dicotomía se ha ido construyendo a lo largo de
décadas. Cuanto más desautorice el gobierno a las minorías -que pueden
ser mayorías entre los activistas del Frente Amplio y que, seguramente,
lo son entre los grupos más radicales de izquierda-, va a comprar más
problemas dentro de la interna del partido gobernante. Pero si, a la
inversa, hace demasiadas concesiones a esas minorías, va a tener
problemas electorales importantes, porque la gente tiene otras
preocupaciones como la seguridad pública, la educación, la influencia
invasiva de los sindicatos, etc. Por eso, si la actual administración se
inclina demasiado hacia la izquierda, el partido gobernante corre el
riesgo de perder las próximas elecciones nacionales, incluso con Tabaré
Vázquez de candidato a presidente.
-¿Qué efectos tienen esas grandes discusiones en la toma de decisiones del Presidente?
-Mujica ha variado en sus posiciones con frecuencia; el ejemplo más
claro es tal vez la Ley de Caducidad. Era previsible que, en última
instancia, el gobierno iba a doblar a la izquierda en ese tema, pero
antes de hacerlo tuvo varias marchas y contramarchas, cuyas
consecuencias prácticas son bastante dudosas.
Asimismo, pudo haber sorprendido a algunos sectores cuando tomó la senda
contraria a la de los sindicatos en el ámbito de la educación. Su
acuerdo con la oposición lo muestra decidido a imponer el principio de
autoridad del gobierno nacional y de la voluntad política de las
mayorías electorales sobre las minorías militantes, cuyos intereses son
respetables, pero representan un porcentaje pequeño de la población.
Cabe preguntarse por qué los sindicatos de la educación deben dirigir la
educación. ¿Acaso los sindicatos de policía deberían manejar el
Ministerio del Interior? Esto no se le ocurre a nadie y no es porque
unos sean buenos y los otros malos. Es un principio general.
Seguridad pública
-De acuerdo con las mediciones de opinión pública que realiza la
consultora Cifra, ¿sigue siendo la falta de seguridad pública el tema
que más preocupa a los uruguayos?
-No hay ninguna duda que, con una tasa de desocupación relativamente
baja y que ha descendido mucho en estos últimos años y, además, en un
contexto en que por primera vez los uruguayos piensan que la situación
económica del país es mejor que en el exterior accesible, la falta de
seguridad pública sigue siendo el tema que más aflige a los ciudadanos.
-Entonces, ¿por qué no se han presentado aún las 250.000 firmas
necesarias para solicitar la baja de la edad de imputabilidad penal que
promueve la Comisión Nacional por la Seguridad?
-La firma es un compromiso personal, que es un acto que interesa más a
los activistas. En cambio, firmar le cuesta mucho más a quienes, en
principio, están de acuerdo con la propuesta, pero no se consideran
activistas, ni son necesariamente demasiado afines a los grupos
políticos que procuran su compromiso en este tema. En otras palabras,
una cosa es lo que se piensa y otra es actuar en consecuencia.
Además, mucha gente puede estar a favor de esta iniciativa no tanto
porque está de acuerdo con su naturaleza precisa, sino porque cree
conveniente que haya un pronunciamiento político colectivo sobre el
tema. Transformar esa clase de predisposiciones favorables en firmas es
una tarea difícil que requiere mucho trabajo, tiempo y recursos. Además,
en el pasado el "firmazo" promovido por la fuerza política entonces en
ascenso era contra gobiernos colorados o blancos que tenían un respaldo
electoral bastante menor a la mitad de la ciudadanía. Ahora, la
recolección de firmas se hace contra un gobierno que recibió la mitad de
los votos en las últimas elecciones y, encima, la gente cree que el
país va por buen camino y que está en mejores condiciones que sus
vecinos.
Elecciones y sindicatos
-El próximo 27 de mayo se realizarán las elecciones internas del Frente
Amplio, de las cuales surgirá el nuevo Plenario Nacional y la nueva
integración de la Mesa Política. La conformación de estos órganos será
determinante para la designación de un nuevo presidente del partido de
gobierno. ¿Es el expresidente Tabaré Vázquez el único candidato viable
para ese cargo?
-Actualmente no vislumbro ningún candidato capaz de generar consenso, ni
siquiera Tabaré Vázquez. Me parece que entre los sectores más
militantes del Frente Amplio el expresidente es visto cada vez más como
un socialdemócrata disfrazado, al igual que los "astoristas". Si Vázquez
no consigue ese consenso, nadie puede lograrlo. Sí podrían darse
acuerdos tácticos e instrumentales, es decir, construir alianzas que
permitan elegirlo para que la izquierda lo presente luego como candidato
nacional, porque Vázquez tiene un fuerte arraigo en la opinión pública.
-También se ha mencionado al coordinador del PIT-CNT, Juan Castillo,
como potencial candidato para presidente del Frente Amplio. Más allá de
que esa propuesta se concrete o no, ¿es conveniente que se acentúen los
vínculos entre el partido gobernante y el movimiento sindical?
-Las experiencias de los gobiernos laboristas en el Reino Unido y del PT
en Brasil, primero con Lula y ahora bajo la presidencia de Dilma,
muestran que todos ellos han sido "vazquistas" en un sentido importante:
separaron las responsabilidades de gobernar de sus compromisos
partidarios con los sindicatos. Esos gobiernos le dijeron al movimiento
sindical que tenían un mandato otorgado por la mayoría de la población
para decidir acerca de las políticas nacionales. Sin embargo, por su
propia ideología procuraron proteger a los grupos más desvalidos a
través de políticas apropiadas, buscaron mantener el diálogo con los
gremios y darle relevancia a la actividad de las asociaciones
sindicales; todo eso en formas que los conservadores tienden a rechazar.
Si bien es muy democrático que los sindicatos, que representan
intereses profundamente legítimos, se manifiesten y actúen en función de
ello, no hay que olvidar que su representatividad corresponde a una
parte limitada de la población.
-¿Cómo evalúa la gente al actual corporativismo que predomina en algunos
sindicatos, especialmente en el sector público, que por proteger sus
intereses particulares no parece preocuparles como sus medidas de fuerza
afectan al resto de la sociedad?
-La opinión de los uruguayos sobre el movimiento sindical ha cambiado
sustancialmente a lo largo de estás últimas dos décadas. Aunque la
población sigue creyendo que existe una legitimidad de fondo del
movimiento sindical porque es básicamente honesto y "auténtico", sobre
todo comparado con el de otros países, se puede afirmar que la gente
está cansada de la conflictividad, especialmente de la que han expuesto
los sindicatos del sector público.
Sin embargo, en el Frente Amplio, donde el movimiento sindical siempre
ha sido muy influyente, se está jugando un partido muy importante.
Algunos sectores políticos con mucho peso en el PIT-CNT consideran que
ha llegado el momento de que la influencia de los sindicatos sea mayor
que antes. Este es un cambio muy radical con respecto a lo que se había
visto durante la administración anterior.
-¿Qué consecuencias puede tener una imposición de los sectores alineados
con una mayor influencia del movimiento sindical en las políticas del
gobierno de Mujica?
-Si el gobierno se inclina claramente a favor de las demandas de los
sindicatos del sector público, el que en última instancia pagará la
factura no es el país, sino el partido gobernante. En tal caso, el
Frente Amplio perdería las próximas elecciones. Es probable que esa
"inclinación pro sindical" no ocurra claramente, porque los líderes
frenteamplistas de primer nivel comprenden perfectamente este problema.
La única salida está en el arte del equilibrio en el gobierno.
La sociedad uruguaya no tiene una "fiebre consumista"
-Ha trascendido la preocupación de Mujica por la escasa participación de
la militancia frenteamplista en programas sociales, tal como Un Techo
para Mi País que recibe mensualmente una contribución importante del
salario del Presidente. ¿Qué opina al respecto?
-Los voluntarismos excesivos no funcionan en la práctica. A Mujica
quizás se le escapa que el resto de la población no vive ni actúa como
lo hacen él y su esposa, donando mucho más de su sueldo que el viejo
diezmo eclesiástico. La gente paga sus impuestos para atender a los
necesitados, e incluso estaría tal vez dispuesta a pagar más si viera
que el dinero recaudado se gasta mejor. Pero el 80% de la población
activa que mantiene la economía del país está harta de que el 20%
restante, compuesto por los empleados públicos, gane mejores salarios y
disfrute de muchos más beneficios que los trabajadores del sector
privado. Por lo tanto, el Presidente debería buscar una mejora de la
eficiencia del gasto del Estado.
-¿No cree que la actual fiebre consumista de las clases medias y también
de los sectores de bajos ingresos ha hecho decaer el compromiso de los
ciudadanos uruguayos con los problemas sociales?
-No estoy de acuerdo con la idea de una "fiebre consumista". Entiendo
que el consumo ha aumentado porque los ingresos de la población han
aumentado. Lo que está haciendo la mayoría de los uruguayos es acceder a
bienes y servicios que siempre quiso tener, pero que antes no estaban a
su alcance. Decir que la gente que va masivamente a los shopping
centers está inoculada por un virus consumista es una barbaridad. En
realidad, concurren básicamente a aprovechar esos descuentos en los
precios las capas medias de nuestra sociedad que tienen un estilo de
vida que está por debajo del que querrían tener, puesto que su
referencia está en los estándares de los países ricos, aun bajo los
efectos de la crisis financiera global.
-Pero, ¿acaso el Presidente no ha criticado a quienes acuden en masa a las promociones que hacen los centros comerciales?
-Creo que nadie tiene derecho a decirle a la gente cómo debe gastar su
dinero. Eso es propio de las economías dirigistas cerradas y ya sabemos a
donde conducen esas políticas. En el fondo, Mujica está expresando uno
de los principios básicos de las minorías radicales, pero se olvida que
hay un sector mayoritario de la población que no comparte ese
pensamiento. Entonces, volvemos nuevamente a esa bipolaridad que hace al
Presidente alinearse en uno u otro lado, según el tema que se trate.
Activistas de izquierda no amarán al astorismo, pero lo necesitan
-¿Se puede comparar el poder adquirido por el director de la OPP,
Gabriel Frugoni, en cuanto a la incidencia de ese organismo para aprobar
los proyectos de asociaciones público-privadas, controlar al nuevo
Sistema Nacional de Inversiones, manejar el Fondo de Desarrollo, etc.,
con el que tiene el ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo?
-La mayoría de los observadores, tanto de la academia como de los
sectores empresariales, percibe que se ha roto el rol predominante de
los ministros de Economía que existió en todos los gobiernos precedentes
desde la restauración democrática en 1985. Nadie duda del peso y la
gran influencia que tuvieron esos ministros en las presidencias de
Sanguinetti, Lacalle, Batlle y, por supuesto, en la de Vázquez. En
cambio, con las idas y venidas de la OPP durante la actual
administración, la predominancia del Ministerio de Economía está en tela
de juicio. Cuando algunos voceros del gobierno se sienten obligados a
puntualizar que hay un único equipo a cargo de la política económica,
están diciendo que las cosas ya no son como antes. Es evidente que el
manejo de la economía nacional funciona de otro modo y no siempre hay
acuerdo en cuanto a las políticas a aplicar.
-¿A qué obedecen esas diferencias entre el MEF y la OPP?
-No está del todo claro hasta qué punto las discrepancias se deben solo a
genuinas diferencias en materia de política económica, o involucran
diferencias políticas. Sí es evidente que las discusiones existen, que
son importantes y que no tienen precedentes en la historia reciente. Una
vez más tenemos que ver este "partido" como parte de ese juego de
tensiones entre los sectores más alineados a la izquierda y el
astorismo, que no es la mayoría del Frente Amplio ni es popular entre
los activistas de izquierda, pero su participación en la coalición es lo
que ha hecho posible que el Frente Amplio sea gobierno. No lo amarán,
pero lo necesitan.
-¿Qué posibilidades existen de que se modifique el rumbo de la actual
política económica que ha estado a cargo del astorismo desde que el
Frente Amplio llegó al gobierno en 2005?
-Si la idea básica del presidente Mujica es moverse un poco hacia un
lado y otro poco hacia el otro de modo de mantener un equilibrio entre
esas tensiones dentro del Frente Amplio, entonces no cabe esperar
cambios drásticos, porque cualquier giro en el rumbo implicaría romper
ese ejercicio de construcción de equilibrios entre los dos polos del
partido gobernante. Tal vez podrían darse cambios en aumento progresivo.
Pero no se vislumbra una derrota aplastante del astorismo, ni tampoco
una victoria total. Entonces, la situación seguiría sin variantes u
oscilaría un poquito más hacia uno de los dos lados, pero solo en forma
progresiva.
Ficha técnica
Luis Eduardo González, uruguayo, 66 años, se doctoró en ciencia política
en la Universidad de Yale (Estados Unidos) y obtuvo una maestría en
sociología en el Departamento de Ciencias Sociales de la Fundación
Bariloche (Argentina). Es cofundador y director de la consultora
Cifra/González, Raga y Asociados, y consultor internacional. Es
catedrático de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Económicas de
la UdelaR.
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