Me propongo analizar con el mayor detalle posible, a partir de esta
semana y en cuatro entregas, la situación fiscal de nuestro país,
considerando los números finales de 2011. Es oportuno hacerlo cuando ya
se ha iniciado muy tempranamente la discusión acerca del aumento del
presupuesto para el año próximo, lo que generalmente ocurre en
oportunidad de la producción de la Rendición de Cuentas, en el segundo
semestre, pero que este año se adelantó a partir de la insólita
situación creada con la definición del Gobierno de que "sobró dinero"
habiendo déficit fiscal (o sea faltante de dinero).
El año pasado hubo un déficit fiscal equivalente a 0,8% del PIB, unos
US$ 370 millones. Como se había previsto tener un desbalance de 1,1% del
PIB, o US$ 510 millones, en el Gobierno se considera el menor déficit
como un "sobrante" o "espacio fiscal adicional" para el cual solo existe
el camino de gastarlo, en la medida en que "ahorro" no es una palabra
que figure en el diccionario oficialista.
En una ecuación con múltiples elementos, se pueden encontrar muchas
explicaciones alternativas al menor déficit. Es posible que tomados
individualmente, haya varios rubros de ingresos y de egresos que puedan
explicar el desvío. En particular se destaca que el año pasado hubo una
variación negativa en el stock de petróleo y combustibles de Ancap por
0,3% del PIB. Esa disminución de inventarios dio lugar a un excedente de
caja en esa empresa que no se habría generado de mantenerse el stock de
fin de 2010. Y, obviamente, contribuyó a un mejor resultado fiscal
global. O sea que lo que en definitiva está discutiendo el Gobierno es
cómo gastarse los US$ 140 millones de disminución de inventarios en
Ancap. De Ripley.
Yendo a cuestiones más serias, viene al caso actualizar, para 2011, las
estimaciones del resultado fiscal ajustado por el ciclo económico y por
otros factores relevantes. Es decir, el déficit "observado" fue de 0,8%
del PIB, pero ese resultado no es indiferente al momento del ciclo
económico en que nos encontramos. No es lo mismo obtener ese resultado
con la economía volando que obtenerlo en una situación más "normal". Sin
ir más lejos, el año pasado se vendieron más de 51 mil automóviles
nuevos por una facturación de US$ 1.140 millones. Dado que la mitad del
precio de un auto son impuestos, hubo entonces US$ 570 millones de
impuestos en las ventas de autos nuevos. Esto no sería relevante si
aquella cifra de empadronamientos es normal y permanente, pero no lo es.
Lo mismo sucede con muchos otros bienes de consumo, durables e
intensivos en impuestos. O sea que se llega a un déficit de 0,8% del PIB
(US$ 370 millones) a pesar de esa recaudación extraordinaria. ¿Cuál
sería el déficit en condiciones normales, sin semejante recaudación?
Justamente de eso se trata el "ajuste por el ciclo".
Dado que existe una relación estrecha entre nivel de actividad económica
y recaudación (elasticidad uno), mientras que el gasto es
mayoritariamente rígido a la baja e indexado a la inflación, corresponde
ajustar los ingresos por el ciclo económico. En particular, los
ingresos del conjunto formado por el Gobierno Central y el BPS. ¿Cómo
hacerlo? Estimando la brecha existente entre el nivel de actividad
actual y el "normal", correspondiente al nivel del producto en la
tendencia de largo plazo. Aquí es donde puede haber diferencias entre
los economistas, acerca de cuán alejados estamos hoy de ese nivel
normal, aunque estoy seguro que nadie cree que esa brecha sea nula o
negativa. Yo estimo que en 2011 estuvimos algo más de 7% por encima de
la tendencia. Aplicado este porcentaje a la cifra de ingresos antes
referida, nos encontramos con que la recaudación ha de haber estado 1,9%
del PIB por encima de la normal. O sea, unos US$ 900 millones. Esta
cifra no me llama la atención cuando casi un tercio de ella solo se
explica por los automóviles.
De este modo, el resultado fiscal ajustado por el ciclo ya no sería de -0,8% del PIB sino de -2,7% del producto.
Pero hay otros ajustes a realizar. En los últimos años las finanzas de
UTE han sido muy volátiles, debido a la alternancia de años de sequía
con años de buena hidraulicidad en las represas. Sin ir más lejos, en
2008 y 2009, UTE tuvo una crisis de generación hidroeléctrica que la
obligó a endeudarse fuertemente en la medida en que (razonablemente) se
decidió no transferir todos los mayores costos a tarifas. UTE hizo de
amortiguador del shock externo (como lo está haciendo hoy día Ancap). En
2010, la situación cambió y UTE pudo amortizar aquellas deudas y encima
contribuir con US$ 150 millones al Fondo de Estabilización Energética
(FEE).
Lo anterior implica que deben normalizarse las cifras de UTE a los
efectos de tener una mejor idea de la situación fiscal. A esos efectos
tomo un período base como referencia y ajusto el resultado fiscal por
los desvíos respecto a esa base. En 2011, UTE tuvo un resultado peor al
"normal" del orden de 0,5% del PIB que por lo tanto me lleva a reducir
el déficit en esa magnitud.
Finalmente, hago un ajuste adicional por las variaciones en el stock de
petróleo y combustibles de Ancap por las razones expuestas al inicio de
esta nota. Como vimos, el año pasado dicho stock se redujo en 0,3% del
PIB por lo que debo ajustar hacia arriba en esa magnitud el déficit
fiscal.
En definitiva, ajustando por el ciclo y por los aspectos referidos a UTE
y Ancap, llego a una estimación del déficit de 2011 en 2,5% del PIB.
Razón de más para no gastar lo que no sobró.
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