PAUL KRUGMAN
Últimamente, la desigualdad ha vuelto a ser tema de conversación
nacional. Ocupa Wall Street dio visibilidad al asunto, mientras que la
Oficina de Presupuesto del Congreso proporcionó datos rigurosos sobre el
aumento del desfase salarial. Y el mito de una sociedad sin clases ha
quedado en evidencia: entre los países ricos, Estados Unidos sobresale
como el lugar en el que la condición económica y social tiene más
probabilidades de ser heredada.
Así que ya sabíamos lo que iba a pasar a renglón seguido. De repente,
los conservadores nos están diciendo que, en realidad, la cuestión no es
el dinero; es un problema de moralidad. El estancamiento de los
salarios y todo eso es lo de menos, el verdadero problema es el
hundimiento de los valores familiares de la clase trabajadora, lo cual
por alguna razón es culpa de los liberales (*).
¿Pero de verdad que todo es una cuestión de moralidad? No, es fundamentalmente una cuestión de dinero.
Para ser justos, el nuevo libro en torno al cual gira el contraataque
conservador, Coming Apart: The State of White America, 1960-2010
(Fragmentación: la situación de Estados Unidos blanco, 1960-2010), de
Charles Murray, en efecto, pone de relieve algunas tendencias
sorprendentes. Entre los estadounidenses blancos con un nivel de
educación de enseñanza secundaria o más bajo, la tasa de matrimonios y
la participación de los hombres en la fuerza laboral han descendido,
mientras que los nacimientos fuera del matrimonio han aumentado.
Claramente, la sociedad trabajadora blanca ha cambiado de manera que no
pinta nada bien.
Pero la primera pregunta que uno debe hacerse es: ¿verdaderamente están las cosas tan mal en lo que a valores se refiere?
Por lo visto, Murray y otros conservadores tienden a dar por sentado que
el declive de la familia tradicional tiene repercusiones terribles para
la sociedad en su conjunto. Naturalmente, esta es una postura que viene
de mucho tiempo atrás. Al leer a Murray, me puse a pensar en una
diatriba anterior, el libro de 1996 de Gertrude Himmelfarb, The
Demoralization of Society: From Victorian Virtues to Modern Values (La
desmoralización de la sociedad: de las virtudes victorianas a los
valores modernos), que hablaba más o menos del mismo tema, afirmaba que
nuestra sociedad se estaba viniendo abajo y predecía una desintegración
aún mayor a medida que prosiguiera el deterioro de las virtudes
victorianas.
Pero lo cierto es que algunos indicadores de la disfunción social han
mejorado drásticamente, a pesar de que la familia tradicional sigue
perdiendo terreno. Que yo sepa, Murray nunca menciona ni el descenso de
los embarazos en adolescentes en todos los grupos raciales desde 1990,
ni la disminución en un 60% de los crímenes violentos desde mediados de
la década de 1990. ¿Podría ser que las familias tradicionales no sean
tan cruciales para la cohesión social como pregonan?
Aun así, está claro que algo le está sucediendo a la familia tradicional
de clase trabajadora. La pregunta es qué. Y francamente, es
sorprendente con qué rapidez y con qué alegría rechazan los
conservadores la respuesta aparentemente obvia: una reducción drástica
de las oportunidades de empleo al alcance de los hombres con un nivel de
estudios bajo.
La mayoría de las cifras que vemos sobre las tendencias salariales en
Estados Unidos se centran en las familias más que en los individuos, lo
cual tiene sentido para determinados propósitos. Pero si observamos el
modesto aumento en los salarios de los escalafones más bajos de la
distribución del ingreso, hay que fijarse en que este aumento en su
totalidad -sí, en su totalidad- proviene de las mujeres, tanto porque
hay más mujeres entre los asalariados como porque los sueldos de las
mujeres no están tan por debajo de los de los hombres como solían estar.
Sin embargo, para los hombres trabajadores con un bajo nivel de
estudios, todo ha sido negativo. El salario base ajustado por la
inflación, de los hombres que tienen terminado el bachillerato ha caído
un 23% desde 1973. Por otro lado, las prestaciones del trabajador han
caído en picada. En 1980, el 65% de los trabajadores con el bachillerato
recién terminado que trabajaban en el sector privado tenían seguro
médico, pero en 2009, el porcentaje había descendido hasta el 29%. De
modo que nos hemos convertido en una sociedad en la que los hombres con
pocos estudios tienen grandes dificultades para encontrar un empleo con
un sueldo decente y buenas prestaciones. Pero, por alguna razón, se
supone que tenemos que sorprendernos de que estos hombres tengan menos
probabilidades de formar parte de la fuerza laboral o de casarse, y
llegar a la conclusión de que ha debido de haber un misterioso
cataclismo moral causado por los liberales de clase social acomodada. Y
Murray también nos dice que los matrimonios de la clase trabajadora, si
es que se producen, se han vuelto menos felices; por extraño que
parezca, los problemas de dinero hacen eso.
Y un pensamiento más: el verdadero ganador en esta controversia es el
distinguido sociólogo William Julius Wilson. Allá por 1996, el mismo año
en que Himmelfarb se lamentaba del hundimiento de nuestros valores
morales, Wilson publicaba When Work Disppears: The New World of the
Urban poor (Cuando el trabajo desaparece: el nuevo mundo de los pobres
urbanos), en el que sostenía que gran parte de los alborotos sociales
entre los afroamericanos, generalmente atribuidos a un desplome de los
valores en verdad se debían a la falta de trabajos manuales en las zonas
urbanas. Si estaba en lo cierto, es de esperar que suceda algo parecido
si otro grupo social -por ejemplo, los blancos de clase trabajadora-
experimentaran una pérdida de oportunidades económicas comparable. Y así
ha sido.
De modo que deberíamos rechazar el intento de alejar la conversación
nacional del aumento de la desigualdad y centrarla en los defectos
morales de los estadounidenses que se están quedando rezagados. Los
valores tradicionales no son tan esenciales como a los conservadores
sociales les gustaría hacernos creer y, en cualquier caso, los cambios
sociales que se están produciendo en la clase trabajadora de Estados
Unidos son en su mayoría la consecuencia, no la causa, del drástico
aumento de la desigualdad. THE NEW YORK TIMES
(*) N.de R: En Estados Unidos la inmensa mayoría de los liberales se identifica con el Partido Demócrata.
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